Soy un defensor del ferrocarril convencional.
Hablo del de toda la vida, de ese que va a paso de tortuga por Teruel o el Prepirineo. De un medio cómodo y ecológico de transporte, de escaso impacto ambiental y precio razonable. Un transporte al que puedo subir mi bicicleta, aunque a veces cuesta saber cómo hacerlo. Ya he hablado de ello en este mismo blog.
A la vez también soy una persona de mi tiempo y me gusta usar las facilidades que dan las nuevas tecnologías. No necesito desplazarme para comprar el billete a la estación cuando vaya a viajar con mi bici. O más bien no debería necesitar.
Porque, en la práctica, a fecha de hoy, aún no es posible sacar billete (gratuito o no) para el transporte de tu bicicleta desde la web de Renfe. Lo que no quita para que hay un apartado específico en la web de Renfe que explica las normas para transportar bicis en el tren.
Un apartado que tampoco te lleva a la posibilidad de sacar billete para tu bici, que sin embargo te exigirán en los trenes de Media Distancia, por ejemplo, de los que solo tienen 3 enganches para llevarlas sin desmontar.
También es necesario pagar tres euros extra por trayectos de más de 100km, pero tampoco podrás abonarlos desde la web de renfe.
Tampoco es que me sorprenda demasiado. Las quejas por la gestión de la ferroviaria de sus servicios web son habituales. Aunque, en honor a la verdad, ha mejorado en los últimos tiempos, el espacio internaútico de Renfe sigue presentando serias carencias.
Eso por no hablar del rosario de quejas del ferrocarril convencional. Reseñarlas sería cosa de otro artículo y solo con Aragón puede que diera para varias entradas.
Así pues, para esta Semana Santa me desplacé hasta la estación de Goya y, en persona, saqué mi billete y el de mi bici para el MD a Teruel/Valencia que solo dispone de tres espacios para colocarlas sin desmontar.
En este punto me diréis ¿Y por teléfono? Pues como buen maño cumplo con el tópico cabezón y no me da la santa gana de pagar por la ineptitud de la compañía, dado que el teléfono para sacar billetes es un 902, osea de pago.
Quizá para el futuro Renfe se decida a entrar en el siglo XXI y se acuerde de los ciclistas, eternos sufridores de la compañía. O a lo mejor nos mandan en autobús, compañías que sí se han preocupado de añadir la posibilidad de cargar bicicletas.
A lo mejor, incluso, Renfe se decide a entender que son un servicio público, que en algunas localidades aragonesas es la única alternativa además y trata a sus usuarios/as a la altura de tal. Será de agradecer.
miércoles, 28 de marzo de 2018
domingo, 11 de marzo de 2018
Italia digiere sus elecciones
Un análisis rápido tras las
elecciones del 4 de marzo en Italia vendría a convenir que los
llamados partidos tradicionales, especialmente la socialdemocracia
representada por el Partido Demócrata del ahora dimitido Matteo
Renzi, se han dado el gran batacazo y han emergido nuevos partidos.
Pero ese análisis se queda muy corto y
tampoco sería lo más certero, así que sería bueno bajar a lo más
pequeño de la realidad italiana para entender el inmenso barullo que
es la política de la que presume de ser la tercera economía
europea. Tomar distancia a una semana vista y dejar a otros el papel
de adivino con lo que pueda suceder.
De todas formas lo dicho tampoco será
importante porque, en un estado que acumula 64 gobiernos en 70 años,
el experimento probablemente no sea estable.
Días previos a las elecciones. Me
sitúo en Nápoles, tercera ciudad de Italia, en un barrio popular
como Materdei, de clase trabajadora, que padece los eternos problemas
de la ciudad: falta de servicios públicos, tráfico infernal e
inseguridad ciudadana.
Es difícil ver un cartel electoral.
Tras un paseo consigo ver algunos de Potere al Popolo, formación de
izquierdas con especial presencia en la región de Campania y por fin
algunos del PD y su coalición justo frente a la sede de este partido
en el barrio. Por cierto, una sede electoral en plena campaña y en
la que solo hay un militante que más bien parece un conserje. Un
poco más allá alguno de Forza Italia y unas pocas pegatinas en
alguna farola.
Ni una sola imagen del Movimiento 5
Stelle (M5S), que sin embargo ganaría por goleada en todo el sur de
Italia con porcentajes que llegaron a superar el 50% en algunas
circunscripciones.
Este paseo podría resumir el interés
de la población italiana en la política electoral: muy escaso.
El hastío es total y ni tan siquiera
los partidos se molestan en hacer una campaña especialmente
brillante.
Esto no quiere decir que no haya unos
movimientos sociales activos, que han quedado en el limbo de lo
extraparlamentario y a los que se escucha a nivel local. También hay
centros sociales o medios de comunicación alternativos.
Un ejemplo napolitano es la lucha
contra los biodigestores de basuras en el casco urbano de la ciudad,
contaminada de por sí.
Otro paseo me lleva hasta el 4 de
marzo, jornada electoral. Como hace buen día parece que los
napolitanos están más interesados en dar un paseo por Pompeya (ese
día la entrada era gratuita) o la costa o en tomar una cañita.
No hay filas en los colegios
electorales y a las 19hs la participación es en torno al 40%. Para
evitar una abstención muy alta en Italia han recurrido a otra
peculiaridad como es que se puede votar hasta las 23hs.
Se ven militares vigilando zonas
estratégicas de la ciudad y puntos turísticos, pero hace años que
están, dentro de la campaña de prevención de atentados. Nada
distinto a otras grandes ciudades de la península.
Por lo demás podría ser un domingo
cualquiera ,con un poco menos de tráfico, los comercios cerrados y
la gente yendo a misa, pues la devoción religiosa es muy grande.
La tele anuncia programas especiales a
partir del cierre de los colegios. El resultado es de lo más
incierto en los matices, pero se intuye el batacazo socialdemócrata
y la subida de los grillini, como se conoce popularmente a los
miembros de M5S por su fundador, el cómico Beppe Grillo.
Son dos las eventuales coaliciones que
se presume pueden formar gobierno con los 5 Estrellas: Por un lado
izquierda moderada con excomunistas, socialistas y verdes. Por otro,
derecha amplia que incluye desde conservadores a neofascistas. Son
dos entes desdibujados donde hay prácticamente de todo y que atraen
un voto muy disperso.
En el Sur votar a Lega Nord, indudables
triunfadores en la otra parte del estado, es estúpido.
El voto a este partido se basa en la
consolidación de un discurso xenófobo que hunde sus raíces en una
demagogia que raya el insulto hacia los habitantes de lugares como el
propio Nápoles, no digamos ya de rincones como Calabria o Sicilia.
Pero este partido es, como poco,
contradictorio. Un ejemplo: aún haciendo gala de su discurso
anti-inmigración, ha colocado el primer senador negro de la historia
italiana. Su líder Matteo Salvini no es menos peculiar, un milanés
procedente nada menos que del movimiento okupa.
En Nápoles el discurso de la Lega es
inasumible, pues plantea la realidad del Norte industrial y próspero
frente a los “otros” votantes: los del Sur, asolado por la
economía sumergida, la precariedad y la presión permanente de
clanes mafiosos. El Sur en que la candidata siciliana Piera Aiello,
de M5S, no muestra su rostro por estar amenazada de muerte al haber
testificado contra su familia mafiosa... y gana.
Sureños/as que ven como una redención
la promesa de M5S de establecer un salario social vinculado a la
ciudadanía italiana y a realizar unas horas mensuales de formación
y trabajo comunitario.
En este contexto es natural que este
otro peculiar partido arrase prometiendo desmarcarse de todo lo que
ha habido antes. Porque los partidos tradicionales han demostrado muy
poco.
Forza Italia, partido del incombustible
Berlusconi, tuvo en su poder las instituciones napolitanas varios
años y fueron años de una gestión nefasta, en los que tuvo lugar,
por ejemplo, la crisis de las basuras, que mantuvo la ciudad cubierta
de porquería meses enteros.
Por ello Forza Italia ha terminado
cayendo en picado, al margen de estar dirigido por un no elegible
tras un rosario de condenas. Tristemente, su machismo e imagen
campechana puntúa positivo en amplias capas de la sociedad. También
ayuda el hecho de que siguiera siendo portada en muchos medios, aún
después de obtener un 14% de votos.
Pero hablo de 5 Estrele y la verdad es
que no termino de saber muy bien cómo definir este partido.
Antisistema y populista, esas etiquetas
que últimamente se usan casi para todo, son los adjetivos que les
cuelan, pero son muchas más cosas. De hecho son tantas que sus cinco
estrellas (agua pública, conectividad, medio ambiente, transporte y
desarrollo) se quedan cortas.
Por un lado mantienen un discurso
euroescéptico, una tendencia que se ha hecho fuerte en las pasadas
elecciones. Pero a menudo ese discurso se matiza y se modera. Otras
veces los lleva a sentarse con la extrema derecha en el Parlamento
Europeo.
También demuestran tener un discurso
de frente amplio, que llega a los católicos aperturistas al tiempo
que a los jóvenes colgados de internet, plataforma donde se mueven
como pez en el agua.
Por otro lado tienen propuestas
sociales muy estimulantes e incluso se acercan a planteamientos
ambientales muy avanzados como el decrecimiento. Sinceramente: me
desarman, no puedo entender tal cacao.
Pocas mujeres en la política. Llama la
atención tanta ausencia. Llega el 8 de marzo y hay carteles en las
calles. Me pregunto cómo será en esta ciudad tan beata.
Pero sigo de paseo. No hay
celebraciones aparentes en las calles así que espero el día
siguiente y en los medios no parece haber muchas novedades. Está
claro que los 5 estrellas han arrasado en el sur, que en el Norte ha
vencido de largo LN y que los partidos tradicionales pueden haber
firmado su defunción definitiva.
Di Maio, líder del M5S, habla de un
cambio de régimen, de una cuarta república. Renzi amaga con dimitir
(luego lo haría), Salvini (LN) saca pecho con uno de sus discursos
inflamados y los demás partidos guardan perfil bajo.
Todo el mundo está a lo suyo. El dueño
del restaurante me dice que tiene un hijo cura y que todo seguirá
igual, osea mal. Fabio se ríe y quiere que venga más turismo, vive
de ello.
El bus llega tarde. Llueve y el tráfico
se vuelve más infernal aún. Huele a gasolina.
No hace falta decir continuará. Es
seguro.