miércoles, 14 de noviembre de 2018

Munich-Venecia en bici (IV). De los Dolomitas a la Serenísima.

Se acabó subir. Y de qué manera.
Desde lo alto del paso de Cimabanche empezaría una bajada de prácticamente 100km, en algunos tramos realmente rápida por una Italia que va cambiando de alpina a mediterránea. Un centenar de km que, además atraviesan los Dolomitas, patrimonio de la Unesco.


Avituallamiento cotidiano

Se acabó la Italia que habla alemán, aunque no la que se expresa en lenguas minoritarias como el ladino o el véneto. Es una zona con mucho que ofrecer, pero, por encima de todo, una naturaleza desbordante de lagos y bosques.
Bajando por una pista de tierra a toda velocidad desde el paso de Cimabanche, cambié de región, dejando atrás el Tirol, a la de Belluno. Y en 15km llegué a Cortina d'Ampezzo, capital turística de los Dolomitas.
Incrustada entre picos de 3000m se ubica en un entorno impresionante y es, básicamente, un rincón lleno de pijos, tiendas caras y hostelería más cara aún. Pero es un crimen no parar allí y dedicarle una visita.



Cortina d'Ampezzo

Al salir de Cortina me pilló una inoportuna lluvia a la entrada del Valle de Cadore, que coincidió con una zona en que la ruta para bicis se hallaba interrumpida por obras (finalizan en 2019) y hay que circular por carretera.
Un rato de incomodidad en que tuve que combinar carretera y el paso por un polígono industrial.


En el Valle de Cadore se conserva la lengua ladina

Cadore es una sucesión de pueblos pequeños que tiene su punto más importante en el lugar de nacimiento de Tiziano, Pieve di Cadore. Lo atravesé con lluvia y con las molestas obras de la carretera, pero la parada en Pieve mereció la pena.
Un pueblito encantador con estructura renacentista y con una casa-museo en el presunto hogar natal (hay dudas de ello) de Tiziano.


Casa-museo de Tiziano. Pieve di Cadore

Desde Pieve de nuevo bajada y salida a la carretera en algunos tramos que coinciden con la vía de pedaleo. Esta zona me resultó un tanto desagradable pues estaba anocheciendo, con llovizna y una carretera en bastante mal estado. No hay más alternativa pues el valle es muy estrecho, así que allí que fui.
Paré un momento en la techumbre de la Virgen de la Salud, por la que la gente tiene una especial devoción en la zona, y debió obrar el milagro de que parara la lluvia y un amable paisano me indicara un sitio donde dormir. Pasé la noche en un pequeño cobertizo en la entrada de la reserva natural de Val Tovanella, a un par de kilómetros de Ospitale di Cadore.


A la mañana siguiente la primera parada fue en Longarone. Un pueblo completamente nuevo que sustituyó al arrasado por la terrible catástrofe de Vajont, en 1963. Un corrimiento de tierras sobre el agua de una presa levantó un tsunami de agua y barro que mató a 2000 personas.
A las afueras del pueblo hay un cementerio y monumento dedicado a las víctimas. Por cierto, los helados son fuera de serie y me zampé uno a las 10 de la mañana.
Y un poco más allá, más centrales hidroeléctricas y un curioso paseo el que ofrecen los antiguos pasadizos y vías de servicio de una de ellas ahora preparados para pedalear.





Si uno se encuentra con pocas ganas se puede tomar el tren en Ponte nelle Alpi, en el desvío que conduce a Belluno o en el mismo Belluno. En todos los regionales se admiten bicis.
El nombre de Ponte nelle Alpi deja claro que ahí se acaban los Alpes y la bajada se suaviza, junto con el clima.



Lago Santa Croce

Llegué al lago Santa Croce con una mañana espléndida y comprobé, por desgracia, como ha afectado la sequía a la zona este verano.
El lago está bastante más bajo que de costumbre y parte de los torrentes que lo llenan están secos. En un café me comentaron que las temperaturas habían sido muy altas para la zona y la pesca tirando a mala.
Me llamó la atención que el número de ciclistas con los que me cruzaba bajó mucho. En todo caso algún animoso haciendo carretera y subiendo puertos. La bajada termina, más o menos, en Sella di Fadalto y quedan poco más de un centenar de kilómetros hasta Venecia.
Ya con sol y con influencia mediterránea llegué a Vittorio Veneto, Vitorio en lengua véneta, una ciudad resultado de la unión de otras dos y que pillé en preparativos de la celebración del final de la Primera Guerra Mundial.
La estructura es renacentista, con una arteria que atraviesa la ciudad y un entorno en que se han restaurado varias viejas instalaciones industriales como molinos o tejedurías.
Allí me encontré con Patrizia, una animada ciclista con una vitalidad impresionante que me enseñó parte del patrimonio local y me regaló una copia de un diploma ciclista de 1907.


Vittorio Veneto


Patrizia, mi guía en Vitorio

De Vitorio salen varias carreteras secundarias y caminos y es fácil despistarse, así que hay que elegir bien. 
Opté por ahorrar una parte de camino por una carretera secundaria, que deja directamente en Conegliano.
Desde allí es un recorrido por el que combiné carretera con el recorrido señalado, que en muchos casos circula en paralelo a la carretera que llevaba mucho tráfico por la tarde.
Está claro que se acaba la escasez de población y los pueblecitos de las zonas alpinas. Las poblaciones son más grandes, empiezan a verse polígonos industriales y fábricas y el tráfico es mucho más denso.
El paisaje es de viñedos. Es la tierra del prosecco, un popular y económico vino espumoso.
Tras un lío de carreteras, desvíos por obras y un poco de miedo por el tráfico llegué a Treviso en plena noche y lo que estaba marcado como camping resultó ser un simple parking de autocaravanas en el que se me comieron los mosquitos.



Llegando a Treviso

Por contra la visita a la ciudad, al día siguiente al poco de amanecer, fue una gozada.
Treviso es una ciudad muy activa, con un centro histórico amurallado y muy bien restaurado en el que ha colaborado bastante la fortuna de la familia Bennetton, originaria de la ciudad. La sede de esta compañía también está en la ciudad.
Me lo tomé con calma, tenía tiempo. Así pude pasear las zonas de canales, alguna de cuyas norias tradicionales se han aprovechado para producir electricidad.
También el puente sobre el Sile, muy fotografiado, que cita Dante en la Divina Comedia y disfruté a primera hora de la apertura de los mercados como el de la Isla Pescaria.




Treviso

La salida de Treviso fue todo lo contrario a la llegada por carretera.
A lo largo del río Sile va un carril-bici que cruza por espacios naturales y embarcaderos.
También atraviesa una reserva natural y un curioso cementerio de barcos.
Este mismo carril lleva a varias carreteras secundarias que, casi sin darme cuenta, me dejaron a un paso del aeropuerto Marco Polo, a escasos 10km de Venecia. 
En algunos tramos atajé por la carretera hasta que me perdí un poco y no me quedó otra que llegar a Mestre a revueltas de los coches.


A lo largo del río Sile

Y llegar a Mestre en plantarse en una gran ciudad, en un tremendo cruce de carreteras desde el que hay que apañarse como bien puedas para encontrar el carril bici que circula paralelo al puente que conecta con la isla de Venecia. 
Aún así, preguntando se va a Roma... o a Venecia. Y con la ayuda de unos estudiantes pude llegar tras unas cuantas vueltas a Venecia. Bueno, a piazzale Roma, pues en toda la Serenísima está prohibido circular en bici.
A revueltas de los miles de turistas llegando, de las empresas de alquiler de coches, de las maletas con ruedas convertidas pesadillas para sus dueños en una ciudad tan peculiar... Terminé mi pequeña ruta de una semana. 
Aún quedaba por recorrer y seguir con la idea de este blog: siempre un poco más lejos.





Y, por fin, en Venecia

De Cimabanche a Venecia y final de ruta. Del 18 al 20 de septiembre
Posibilidad de trenes regionales desde varios puntos con conexión a Venecia.
Camping en Belluno, Conegliano, Lago santa Croce y 10 en el entorno de Venecia.

Próxima entrada: Ficha técnica Munich-Venecia en bicicleta





lunes, 5 de noviembre de 2018

Munich-Venecia en bici (III) Por la Italia tirolesa

Hay una Italia del Norte que habla alemán. Verde, montañosa y con unas rutas ciclables que son una gozada.
Ya venía avisado, pero no esperaba que, realmente, la cosa estuviera tan bien en todos los sentidos.
Una vía verde arranca a los pocos metros de la frontera italo-austriaca en el Brennero, una colección de comercios de oportunidades que lo único interesante que tiene es el entorno.
Hablo de la ciclabile della Valle Isarco, que parte de Bolzano, aunque no era ese mi destino, así que la seguí hasta el desvío de Bresanona para luego cruzar los incomparables Dolomitas.



Vía verde Valle Isarco

El primer tramo circula paralelo a la carretera y la autopista, pero cambia para convertirse en una cuesta abajo de 20km hasta Vipiteno que combina bosque de pino y praderas por la antigua vía del ferrocarril, ahora acondicionada para vía verde.
Paisaje alpino verde, fresquito y, sobre todo, rápido en un descenso vertiginoso. Una parte del camino, por cierto, está provisionalmente desviada en Colle Isarco por una carretera secundaria que te deja en una subida atroz del 16%.
No es cosa de hacerse el héroe, así que aguanté menos de un kilómetro montado por esas rampas que desanimaban hasta a las cabras.


¡Uf! ¡Subidón!

En Vipiteno-Sterzing me recibió el mercado dominical y una ciudad fundada por la Orden Teutónica. Aunque estaba ya en Italia, desde el punto de vista del idioma en Sterzing se habla alemán y es hasta raro escuchar italiano.
Es algo común en todo el Alto Adigio, donde todas las poblaciones tienen doble denominación germano-italiana. Hay que tener en cuenta que hasta hace un siglo la región pertenecía al imperio austro-húngaro, el Tirol era una unidad territorial y la lengua común era el alemán.
Eso sí, el café es 100% italiano. Manjar de dioses para los muy cafeteros como yo.



Vipiteno-Sterzing

La salida de Vipiteno se encajona en un valle guardado por dos castillos, Castel Tasso y Castelpietra y transitado por miles de ciclistas. El recorrido es llano, fácil y con buen tiempo una maravilla.
Como mucho alguna subida leve y en todo momento cómodas carreteras locales o pistas ciclables por las que circulé muy tranquilo.



Castelpietra y Castel Tasso

Por el camino restos de las diferentes guerras. Búnkeres en diferente estado de conservación aparecen al lado del camino, aunque pueden pasar desapercibidos. Tras unos kilómetros de pista de tierra la ruta se pone en paralelo a la carretera y se llega a Fortezza. Una instalación militar del Imperio austrohúngaro.
La Fortaleza o Franzenfeste es una estructura defensiva que pretendía pasar por discreta, pero es tal su tamaño que parece complicado.
Estuvo en uso hasta hace poco más de 20 años y es por ello que se encuentra en excelente estado de conservación. Es visitable, aunque yo la pillé cerrada.


Fortezza o Franzensfeste

Seguí un poco más la ruta y descansé en un camping, situado en un bonito entorno pero con el ruido de la carretera de fondo, en Varna-Varhn, pero a un paso de la ruta.


El tiempo me apuraba y había muchas cosas para ver así que dejé a un lado la interesante ciudad de Bresanona y continué por el Val Pusteria, plenamente rural y alpino.
En mi recorrido me encontré con una lengua minoritaria y minorizada: el ladino
Es una lengua hablada por escasamente 40.000 personas y con un exiguo número de hablantes. Sin embargo se encuentran en todo el Alto Adigio y parte del Véneto rotulación y se pueden escuchar expresiones en esta lengua que me trajo añoranza de la lengua aragonesa, arrinconada en las montañas y con muy pocos hablantes.
El Valle de Pusteria o Pustertal es un estrecho y verde corredor en el que se circula al lado del río Rienz hasta la capital del valle: Bruneck-Brunico, donde paré para hacer compras. Hay varios super y es el sitio ideal para avituallar. Para tomar un café mucho mejor la cercana san Lorenzo, en su plaza, rodeado de un puñado de ciclistas.
En Brunico se venden muchas variedades de setas y productos lácteos, las dos estrellas de la zona junto con el speck, una variedad de jamón que solo se encuentra en el Tirol.


Río de Pusteria


Vivienda en san Lorenzo di Sebato

Desde Brunico volví a tomar el tranquilo sendero del río que empieza a subir y lo sigue haciendo durante 30km al menos. Los primeros kilómetros se me pasaron en un suspiro junto a un río de aguas bravas y atravesando un bosque.
La zona se llenó de ciclistas, más aún, de todas las edades y en todas las condiciones físicas. El recorrido anima a ello. La vía es cómoda y hay muchas empresas de alquiler de bicis, muchas de ellas eléctricas.
De la pista de tierra pasé a zonas cementadas y asfaltadas muy tranquilas, poco pobladas y en las que conviene ir provisto de todo, pues fueron 30km sin parar en ningún pueblo porque la ruta los rodea.
Me encantó el recorrido, con un sol estupendo y con las crestas de los Dolomitas que empezaron a recortarse en el horizonte.
Un poco antes de Dobbiaco-Toblach paré en el lujoso camping que hay junto a la carretera porque empezó a caer el sol y la temperatura a bajar de forma bastante abrupta.
Hay que estar un poco al tanto pues en cosa de una hora puedes pasar de estar al solecito a unos confortables 20ºC a 10-12ºC. Cuanto más alto el cambio es más extremo y hay que tener en cuenta que Dobbiaco está a 1200m de altura.




Dobbiaco-Toblach

Desde Dobbiaco al lago del mismo nombre hay una pequeña subida, que luego se hace algo más acusada. Sobre todo cuando empieza a subir el puerto de Cimabanche.
Desde esta localidad, por otro lado, se puede seguir una ruta ciclista más cómoda y corta que termina en la localidad autriaca de Lienz y termina de cruzar todo el Tirol en dirección Este. También hay un tren con varias paradas que lleva en esa dirección.
Por mi parte empecé el día con una pequeña catástrofe pues mi cámara terminó en el agua del lago. Cosas de la torpeza. 
Es por ello que me tuve que apañar con el móvil y, probablemente, las fotos sean un poco peores que las anteriores.



Lago de Dobbiaco

Desde el lago prosigue la subida a través del bosque y algunas rampas son realmente duras. Hay que remontar el paso de Cimabanche que me dejó a una sudorosa altura de 1529m.
De camino las silueta de las llamadas tres cimas de Lavaredo, un entorno espectacular y unas alturas que sobrecogen.


Los Dolomitas son un tipo de montaña de agujas muy pronunciadas, que reciben el nombre por la roca caliza entre gris y rosa que las compone: la dolomía.
Me llamó la atención, como a todo el mundo, las paredes muy verticales que se elevan desde unas zonas boscosas alucinantes. Un paraíso para los escaladores más atrevidos.
Y también es una zona de ciclismo muy popular que incluye la llamada Eroica Dolomiti, una clásica cicloturista para los más aguerridos/as.
Una zona de pista forestal bastante incómoda y, por fin, en el techo de mi ruta.



Ruta 16-17-18 Septiembre 2018
Paso Brennero a Paso Cimabanche 127kmCampings en Bresanona, Varna, Brunico, Vipiteno y Dobbiaco

Próxima entrada. Munich-Venecia en bici (IV) De los Dolomitas a la Serenísima.