Para los más espabilados/as aviso que, en efecto la falta de tiempo hizo que acortara mi ruta y me saltara la etapa en que el Duero entra en Salamanca. Las vacaciones del asalariado es lo que tiene.
Empezó la jornada de la mejor manera, con un desayuno memorable a base de mermelada casera en Moralina tras despertar a 7ºC. El frío no solo lo fabrican en Teruel.
Desayuno en Moralina
Atravesando todas las tierras de Sayago me fui cruzando con numerosos chiviteros, precarias construcciones para guardar el ganado hoy en desuso. La gente saluda y voy charrando aquí y allá.
Me tomo un vino que casi me tumba a las 10 de la mañana en Fariza con un amable señor.
El Duero en esta zona cruza un paisaje de piedra gris y alcornocales y crea espectaculares gargantas que dan lugar al Parque natural de los Arribes del Duero.
En unas cuantas pedaladas se planta uno en la villa de Fermoselle, ya fronteriza con Portugal, donde merece la pena una parada, incluso larga y, ya de paso, probar vino de la Denominación de Origen o zamparse una sopa castellana, como hice yo.
Aquí un ejemplo de sopa castellana y buen vino
Ya bien alimentado, nueva tromba de agua y a cruzar la frontera bien empapadito.
Y,
tras el paso fronterizo, atravesando un nuevo embalse, sin esperarlo
unas impresionantes rampas que te encaraman al primer pueblo de Portugal
casi sin resuello.
La llegada a Mogadouro fue ya anocheciendo y con una paliza considerable a la que contribuyó la mojadina de la tarde.
Mogadouro apareció como una impecable ciudad pequeña, de fachadas blancas y teja rojiza.
Finalmente recalé en la pensao-churrasquería Russo, donde la cama y la ducha se agradecieron muchísimo
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