viernes, 31 de julio de 2020

Fuera de las grandes ciudades. Reencuentro con Marruecos (III)


Las estupendas fotos son obra de Paloma Marina

Buena parte de la realidad de nuestro vecino del Sur no son grandes ciudades, mezquitas, zocos y medinas pintorescas.
Marruecos es aún muy rural. Y el salto entre las ciudades y los pueblos es muy grande. De hecho se percibe en un simple vistazo. La comparación con la misma realidad rural en Europa es aún más grande.
El Marruecos más rural tiene un pie puesto en el semi-nomadismo, dado que nómadas en el sentido estricto quedan cada vez menos, y son aún miles de personas las que lo practican. El burro en el Norte del país y el camello en el Sur son el compañero diario y los rebaños son parte del paisaje.



Nómadas amazigh en el Parque Nacional de Ifrane

De esta última visita reseñaré tres pequeñas pinceladas. De otros viajes a la zona me quedan recuerdos de pueblitos en el Atlas, de pastores abrevando rebaños en una mínima charca, de asentamientos en mitad de ninguna parte en el Sáhara ocupado... Ahora me quedaré con tres pequeñas ciudades.




En este viaje recalamos en Moulay Idriss, donde está enterrado uno de los muchos parientes de Mahoma que da nombre a la ciudad (o quizá no porque tumbas de estas hay a patadas por todo el mundo musulmán). Esta es una ciudad de peregrinación, aunque es un Islam muy relajado.
Miles de turistas pasan por aquí, pero a menudo ni pisan el casco urbano, porque acuden directamente a visitar las cercanas ruinas romanas de Volubilis.


Jovencísimo pastor en Moulay Idriss

Nos invitaron a cenar unos peregrinos y pudimos conversar sobre la importancia de estas peregrinaciones vacacionales para muchos musulmanes no especialmente devotos.
Mucha gente toma esta peregrinación como una forma de pasar un puente vacacional y con la excusa comen fuera, se tatúan con henna y quedan con parientes para peregrinar juntos.
El mausoleo, una gran cueva con una terraza a cielo abierto, está vedado a no musulmanes, pero el entorno es bastante ameno y la plaza prinicipal es un bullir de merchandising mahometano.



Entrada al mausoleo de Moulay Idris. La barrera marca el límite a turistas

Respecto al entorno, toda la zona está llena de olivares y la mecanización de la agricultura parece aún lejana. Eso sí el aceite es de calidad superior y acompaña a todos los platos de la zona.





Seguimos camino y recalamos en Azrou, una localidad muy bereber. Un cruce de caminos donde pasamos el fin de año.
Su nombre quiere decir la roca en bereber y es lo que se ve desde todas partes: una formación rocosa que se eleva junto al centro de la ciudad, que consta en realidad de varios núcleos dispersos,
Azrou tiene su interés en el mercado que ocupa prácticamente todo el centro. Desde tenderetes de frutas o todo tipo de cacharrería usada a tiendas de alfombras de bastante calidad. Para interesados en comprar artesanía, sobre todo alfombras, es un buen lugar. Nosotros volvimos con una, cómo no, ese souvenir que, a menudo, terminas sin saber muy bien dónde meter.



En Azrou


Estuvimos allí el último día de 2019. Por ello había a la venta todo un surtido de pasteles de colorines deseando  feliz año en francés, unos cuantos con faltas de ortografía, por cierto. Cumplimos con el fin de año en mangas de camisa (sorprendente pues la ciudad está a más de 1200ms) y con nuestro pastel de rigor.


Coloridos pasteles para celebrar el fin de año

Pero el mayor interés de la zona es el Parque Nacional de Ifrane, una zona montañosa con abundantes cedros y que alberga unos cientos de ejemplares de macacos de Berberia o del Atlas. Este babuino, en peligro de extinción, estaba extendido por buena parte del Magreb, pero su presencia ahora se limita a unas cuantas colonias aisladas en zonas montañosas. 
Aunque se trata de una especie protegida por desgracia es frecuente verlos como animal de feria para tomarse fotos.



Entre los cedros del Parque Nacional Ifrane

Nuestros intentos de ver macacos en libertad fueron un fracaso. Lo que sí nos encontramos fue mucha comunidad bereber y nuestra hija hizo amiguitas.
Respecto a alojarse o comer en la zona del parque es bastante caro, lo que contrasta con las humildes viviendas donde se apiñan las familias locales. Además hay malas comunicaciones. 





Proseguimos viaje hacia Fez en autostop y subimos hasta los 1600m de Ifrán ,una ciudad como caída desde otro lugar. Con una estética alpina que la podría situar en Suiza o el Tirol pero en cutre y decadente. Sorprendente.
Edificada para la élite colonial francesa es ahora un resort de vacaciones donde los marroquíes acaudalados acuden a refrescarse en verano o a esquiar en invierno.
Para un rato nada más.
Cogimos taxi compartido de nuevo y seguimos viaje. Nos esperaba Fez.


viernes, 24 de julio de 2020

De Meknès a Volubilis. Decadencia imperial. Reencuentro con Marruecos (II)

Las mejores fotos de esta entrada, como siempre, obra de Paloma Marina

En el llamado circuito de las ciudades imperiales Meknès (O Mequínez, pero me hace más gracia el nombre francés) puede que sea a la que menos atención se le presta en comparación con las saturadas Fez y Marrakech. Por ello es una ciudad mucho más tranquila que las anteriores y más amable para el turista. También más económica.
Meknès es el sueño imperial de un tirano, Mulay Ismail, que trasladó la capital a esta ciudad y la construyó a su capricho. Aunque tirano y esclavista entre otras lindezas fue un exitoso líder militar y su tumba sigue siendo visitada con una cierta veneración.
Ismail construyó unas instalaciones militares enormes y una ciudad palaciega en la que sentó sus reales y que es lo más visitado de la ciudad, por supuesto, junto con el mausoleo del propio Ismail, que va a pasar buena parte de 2020 en obras. Con el asunto del coronavirus, además, a saber cuando será visitable de nuevo.




Plaza Lahdim, Meknès.


Cuando uno llega a la estación se encuentra otra Meknès. Muy afrancesada con sus cafetines y sus pastelerías de estilo europeo. Incluso muchos letreros prescinden del árabe. Esta zona es más cómoda para alojarse pero mucho menos interesante.
También abundan las tiendas de telefonía y las de moda local. Llamarla hortera es quedarse muy corto.


Pret-a-porter marroquí

En invierno la zona turística se vuelve relajada. Todo está como a medio gas y pensado para los propios marroquíes o para la numerosa comunidad migrante desplazada a Francia o España. Como Ismail (no el sultán), natural de la ciudad que me ayudó a buscar una farmacia y que reside en Nimes.
Me explica que la ciudad es bastante tolerante.  Que todo su entorno, gente más o menos joven, está o ha estado en Europa y eso ayuda a la economía local.



Aclarar que en Marruecos todas las fábricas están concentradas en la costa entre Casablanca. Rabat y Tánger, por lo que la economía de esta parte del país es agrícola y de pequeño comercio y mucha de su prosperidad depende de las remesas de euros de los emigrados.
El paseo por la ciudad se puede hacer en un día y tranquilamente a pie. Eso sí, queda la posibilidad de hacerlo en calesa para quien se anime.
Otra ventaja es que, frente a la desvencijada y caótica Fez, por ejemplo, Meknès es bastante ordenada y da una idea de decadencia imperial muy estimulante.


Tatuajes de henna. Hasta en la sopa.


El epicentro de la vida en Meknès está en la plaza Lahdim, similar a la célebre Djema-el-Fnaa de Marrakech, aunque mucho más pequeña y relajada. No es una caza del turista ni los precios son abusivos.
La plaza está presidida por la enorme puerta de Mansour, que se divisa desde cualquier punto. Y está muy próxima a los jardines de las murallas.
Es el sitio ideal para echar el rato y un té o cenar. Por mi parte siempre recomiendo no dar dinero a los que exhiben animales como los desdichados macacos del Atlas o serpientes a las que se les suele coser la boca.




Distintos momentos en la plaza Lahdim

Tras la visita a la imperial Meknès cambiamos a otros aires imperiales, nada menos que a Roma, en concreto Volubilis, el yacimiento mejor preservado de Marruecos.
Hay muchas formas de visitar Volubilis desde Fez o Meknès. Incluso viajes en el día que incluyen algún almuerzo. Optamos por el método más tranquilo, que es tomar un taxi compartido a la pequeña ciudad de Moulay Idriss por 2€ el trayecto. Los taxis se toman en la parada junto al Instituto Francés y salen cuando se llenan.
Moulay Idriss es una ciudad de peregrinación, pero nada que ver con fanáticos Corán en mano. Es una ciudad tranquila e incluso festiva, pero le dedicaré una entrada aparte.
El alojamiento más aconsejable por su relación calidad-precio es el Diyar Timnay. Hasta hace poco era además prácticamente el único alojamiento al uso.


La vista desde el alojamiento en Moulay Idriss

Desde Mulay Idriss llegar a Volubilis es un paseo por el campo bastante agradable, aunque en verano es mejor evitar las horas del mediodía. Buena parte de la zona vive del olivo y el pastoreo y cuando estuvimos nosotros estaban en plena recolección de las olivas.


Camino a Volubilis

Volubilis es un yacimiento bastante impresionante, sobre todo porque fue abandonado totalmente hace bastantes siglos, tras la decadencia del Imperio Romano, lo que hizo que se preservaran buena parte de sus mosaicos y de la estructura de sus calles.



Era una urbe acomodada y grande para la época. También tiene explicaciones bastante decentes de las edificaciones y el entorno es muy agradable. En pleno campo, alejado del mundanal ruido y, fuera de temporada, de lo más tranquilo.





Sin duda sus mosaicos son la atracción estrella y dedicarles un buen rato la mejor idea.
Pero, como de costumbre, mejor ir y verlo. Todo un paseo de las glorias imperiales pasadas a un presente bastante más prosaico.