Fotografía: Propias y Paloma Marina
En Grecia hay muchas islas para
visitar. Las hay recomendables para quien le guste tanto el turismo
de masas como la soledad, para quien ame la naturaleza o la
parranda más absoluta, previo pago, claro, porque las islas más
“cool”, según me contaron, sólo admiten economías muy
saneadas.
Pero, por los días pasados en ella, voy
a dedicar un pequeño texto a una de las no muy visitadas: Lemnos o,
según otras transcripciones, Limnos.
Llegar a Lemnos se está poniendo
difícil, sobre todo para sus habitantes, que tienen que aguantar
los recortes que están afectando a toda Grecia y que les condenan a
estar conectados por barco solo cuatro veces al mes en invierno. En
verano hay más transporte, pero depende de una cierta arbitrariedad.
Imposible fiarse de una guía por muy reciente que sea, así que lo
mejor es consultar directamente con la compañía.
A la isla se puede acceder, por otro
lado, no sólo desde los puertos cercanos a Atenas, sino también
desde la pequeña ciudad de Kavala, en la costa, cerca de Salónica,
que conserva un casco histórico otomano con bastante encanto y que
no es muy frecuentada por el turismo extranjero. Una visita que
merece más tiempo que el que yo le dediqué, seguro, a sus
restaurantes de pescado y su fortaleza turca.
Vista general de Kavala
Cuando el ferry se va acercando a
Lemnos, en concreto a su ciudad principal, Mirina, no hay que
desanimarse por el paisaje carente de árboles. De momento puede uno
extasiarse con el atardecer sobre el puerto pesquero y la fortaleza
veneciana.
La isla es dura, en efecto, como duro
es el dios al que estuvo consagrada: el cojo y contrahecho Hefesto.
De naturaleza volcánica, tiene pocos árboles y la mayor parte de la
vegetación es rala, además hay zonas, como en todas las islas en
general, donde el viento es especialmente fuerte.
También es bastante escarpada, lo que
no debería ser óbice para recorrerla en bici, dado que el tamaño
es muy asequible. Eso sí, no en pleno verano, pues los ciclistas que
fuimos encontrando iban disfrutando de un sol aplastante la mayor parte del día.
En nuestro caso optamos por alquilar un
coche. El trato es muy a la griega. No hay demasiados formalismos, ni
te piden que el coche vuelva con el depósito lleno, porque
generalmente tampoco te lo dan así, amén de que puedes encontrar en
las agencias locales pequeños utilitarios que además han sido más
que utilizados, con lo cual su estado es dudoso. En cambio las bicis
de alquiler parecían gozar de excelente salud.
Respecto a las playas no hay que
pelearse por plantar la sombrilla, dado que en la mayor parte de
ellas hay poca gente incluso en temporada alta. Un buen comienzo es
la playa de Thanos, muy popular y con varios chiringuitos donde tomar
algo, aunque el precio puede asustar.
Si eres fan del windsurf la punta
sureste de la isla es ideal. Hay una zona de acampada en Keros gestionada por una pareja mayor de lo más maja. De todas formas hay playas de sobra y si
buscas un rincón para el nudismo los hay limpios, solitarios y
estupendos.
Recorrer la isla al margen de playas
reserva un montón de placeres y algunas sorpresas agradables. La
tranquilidad de Lemnos invita a recorrerla despacio, demorándose en
los pueblos, tomando algo y, sobre todo, no perderse nada de lo
local. Lemnos tiene hasta marca propia de helados y en otro sitio no
la vas a encontrar, así que a por ellos. También hay buenos vinos,
aunque lo más excepcional sin duda es el pescado y los lácteos en
general.
Taberna en Konthias
En las cosas del comer, puede uno
acudir al pueblo de Kotsinas, un placer económico y a la vez
acompañado de un paisaje típico de isla griega, con su cercana
iglesia blanca y azul y los restos de su fortaleza genovesa. Un buen
lugar es SeaRokkos, por ejemplo, aunque en Kotsinas hay más sitios y
el pescado que te comes llega del puerto situado a la orilla de los
mismos establecimientos.
Si lo que uno busca es historia, entre
los restos micénicos y helenos hay un lugar único: Poliochni, la
que dicen es la ciudad más antigua de Europa con sus 6000 años de
antigüedad. Como suele pasar con muchos restos arqueológicos, si no
eres un experto en la materia, tienes que tirar de imaginación y
explicaciones. Y a lo mejor tienes que tirar de agilidad para saltar
la valla, pues el horario de apertura es muy escaso, como en todos
los yacimientos de la isla, que son gratuitos, por otro lado.
Mejor conservado está el anfiteatro de
Hefestión, la que fue ciudad más importante de la isla y consagrada
a Hesfesto. Unos restos un poco más humildes son Kaveiri con la
cueva de Filoctetes. Ojo si intentas bajar a la cueva marina, pues te
puedes partir la crisma.
También la orografía volcánica de la
isla ha dejado rincones geológicos con formaciones caprichosas, como
la de las fotos que acompaño, que además están pegaditas a varias
calas completamente desiertas donde darse un bañito. Pero mejor
llevarse la cantimplora porque están lejos de cualquier lado.
Y respecto a la naturaleza no necesitas
buscarla porque está por todas partes.
Una isla tan poco habitada y que cuenta
con un par de lagos interiores da cabida a muchas aves, además de
conejos en abundancia, que encontrarás en la carta de todos los
restaurantes. Es importante llevar cuidado en la carretera, pues la
cruzan los más variados animalillos. En el mar no necesitarás más que unas gafas y el espectáculo compensa.
Por supuesto no me olvido de la gente
de Lemnos, lo que la hace ser lo que es y darle una personalidad propia.
La vida en Lemnos ha sido
históricamente dura. Por un lado por su situación estratégica que
la ha convertido en frecuente punto de conflicto bélico.
También por los medios de
subsistencia, pesca y ganadería sobre todo, en condiciones no
siempre favorables y menos últimamente con la omnipresente crisis.
Aún así las personas que encontré en
mi periplo por Lemnos fueron gente amable, apegada a la tierra y muy
consciente de los problemas por los que atraviesa su pais en estos
momentos.
Gente que ha emigrado, como Neil, un
residente en Melbourne (la tercera ciudad del mundo en población
griega) que nos hablaba de lo dura que es la vida en la isla y las
pocas posibilidades de futuro.
Aún así me guardo mucho y bueno y me
quedo con lo conversado y lo visto. Con una isla apacible y hermosa
bendecida por el más feo de los dioses.