Nusaybin
está en Kurdistán.
Habrá
quien diga que está en Turquía y, el punto de vista legal, no
mentiría. Pero, con un 90% de población kurda, con el kurmanji como
primera lengua de uso, aunque proscrita para la enseñanza, y una
población turca compuesta por militares y funcionarios que se toman
Kurdistán como un castigo hay que entender que la realidad es otra.
Todo
territorio de frontera es complicado. Más aún cuando se está a un
paso de una guerra y este es el caso, aunque de la guerra hablaré
luego. Ya hablan de ella los medios, aunque ahora un poco menos. Los
conflictos pasan de moda. Vienen otros a sustituirlos en el
imaginario mediático y el de Siria no es una excepción.
Llegar
a Nusaybin, nacida hace 2300 años como Antioquía de Migdonia, es
fácil. Un minibús te comunica directamente desde la espectacular
ciudad de Mardin, que se abre sobre la llanura de Mesopotamia.
Tomando un té en la estación veo el valle del río Tigris,
expoliado por los pantanos del estado turco para una atroz política
de agricultura intensiva (Piénsalo cuando te fumes un Camel). A lo
lejos, Siria. A dos horas en bus, la frontera iraquí, si estás lo
bastante chalado como para intentarlo.
Mis dos grandes guías kurdos en Nusaybin
He
quedado con Guner, un amable profesor de inglés que me acoge en su
casa, dentro de la red de couchsurfing.
Cuando me habla de la cercanía del conflicto no me imagino que lo
sea tanto. Me alojo en un cuarto desde el que se aprecia
perfectamente las alambradas que nos separan de Siria.
Frontera Nusaybin-Qamishli (Siria y Turquía)
Desde
mi cama puedo escuchar como hablan a gritos familiares de un lado y
otro de la frontera. En la vía un tren detenido. Nunca pudo llevar
sus mercancías hasta la cercana estación de Alepo, vía Qamishli,
hoy sombra arrasada de la magnífica ciudad que fue.
Tren detenido en la frontera siria
Hay
rebaños en la tierra de nadie. Dado que las personas no pueden
circular, bien pueden aprovechar el terreno las ovejas.
A
plena luz del día, gente que salta la valla y son detenidos por los
militares turcos. Los militares sirios hace tiempo que pasan de todo,
sin saber muy bien en qué bando juegan y en qué momento lo hacen.
La situación, con el paso de los meses y los años, no ha hecho sino
agravarse. A fecha de hoy en los alrededores Nusaybin viven miles de
refugiados revueltos con los habitantes tradicionales de la ciudad.
La mayor parte de los comercios han cerrado y los refugiados se
apiñan en las más diversas localizaciones.
Detención de un refugiado sirio por militares turcos
Si
eres un cristiano sirio un buen sitio puede ser la antigua
universidad de Nísibis (nombre latín de la ciudad) donde se
encuentra el sepulcro de san Jacobo de Nísibe. Una de las primeras
universidades cristianas del mundo hoy alberga a varias familias que
viven dentro del recinto. Este grupo cristiano, llamado de rito
siríaco antioqueno, conserva
aún ceremonias en arameo, un valor en sí mismo que corre el riesgo
de desaparecer.
Imágenes Iglesia de san Efrén y sepulcro de san Jacobo de Nísibe
Las
ruinas se mezclan con un cementerio musulmán y la iglesia está a
escasos 50ms de la principal mezquita. A mí me sorprende, pero para
mi improvisado guía es algo normal. La iglesia alberga varias
criptas y mantiene velas encendidas de forma constante. Donde hay
problemas también hay devoción, no falla.
También
hay multitud de refugiados yazidíes en una localidad tolerante con
todos los ritos religiosos, en contraste a la dura realidad que se
desarrolla en los territorios controlados por el califato islámico,
a unos pocos kms. La milenaria religión kurda tenía sus lugares más
sagrados en lo que ahora es zona de guerra. Su simple práctica
equivale a una sentencia de muerte.
Pavo real, símbolo del culto yazidíe. El otro pavo es de Zaragoza
Darse
un paseo por las excavaciones o simplemente mirar el paisaje es ver
un pedacito de historia de una ciudad fronteriza por la que pasaron
persas, romanos, asirios, las hordas de Mahoma, los cruzados o donde
tuvo su cuna la herejía de los nestorianos.
En el
centro de la ciudad una librería de indudable matiz reivindicativo
recoge libros en las dos variedades lingüísticas kurdas. También
hay un centro cultural kurdo, que hace las veces de templo yazidí, y
varias teterías y restaurantes con frescos patios emparrados. Guner
me asegura que el centro de la ciudad era especialmente animado,
ahora parece adormecido.
A lo
largo de la alambrada los niños recogen chatarra y todo aquello que
pueda ser de utilidad. Los puestecillos pululan en un improvisado y
caótico bazar. Los militares turcos, acantonados en la conflictiva
Diyarbakir, caminan en grupos y miran con desconfianza. Cuando me
reconocen como turista algunos saludan con el típico hello
levantando la mano derecha. Con la izquierda sujetan el arma. Son
unos críos.
Recolectores de chatarra
¿Y
qué piensan, sienten y sobre todo padecen los habitantes de
Nusaybin? La sensación del pueblo kurdo es que llevan mucho tiempo
sin tener ningún control de sus propios destinos. Daños colaterales
(que término tan repulsivo) de guerras ajenas como la guerra de Irak
o la de Siria.
Todo
ello añadido al destino de un pueblo que ha tenido prohibida su
propia lengua, su cultura y hasta sus nombres tradicionales, además
de arrastrar un conflicto armado de décadas que ha traído miles de
muertos. Ahora nuevas posibilidades se abren. Un discurso más
progresista e integrador, sorprendentemente avanzado y que cuenta con
la población femenina como sujeto activo.
Hablo
de ello con Guner, decidido defensor de la educación pública y
laica y también hablamos de la situación en el cercano de Irak.
Hablamos por ejemplo de la permeable y surrealista frontera de
Silopi-Zahko a la que puedes llegar con un simple taxi y cruzar
pagando un visado absolutamente irregular al territorio ¿Kurdo?
¿Iraquí? Nadie sabe asignar muy bien una etiqueta. Ahora es
territorio vetado, a no ser que quieras jugarte una decapitación
mediática por parte del ISIS, que controla buena parte del Norte
iraquí.
¡Toma ya! ¡Real Mardin, oeee, oeee!
Esta
es zona de contrabando, de paso de mercancías irregulares y también
de personas, algunas de ellas para unirse a una yihad enloquecida y
fragmentada. Mi anfitrión y su amigo Musti me intentar explicar
todos los bandos en que se dividen los diferentes conflictos en la
zona y termino con dolor de cabeza.
Termino
mis días dando una clase de inglés y contando algo de mi realidad
local a un grupito de chavales y chavalas. Todos adoran el fútbol.
Muchos son hinchas del equipo local, Real Mardin, aún me río cuando
me acuerdo. Otra chica se confiesa fan de Green Day, a otro le
encanta Eminem. Me despido con tristeza, otro minibús traqueteante
me lleva a Dogubayazit, vía Silopi, en las faldas del Monte Ararat y
frontera con Irán.Cuando dejé Nusaybin me sentía un poco extraño.
Consciente de ser uno de los pocos turistas que se acercan por allí,
aunque fuera un poco por casualidades, que son esas cosas que hacen
mejor un viaje.
English teacher for one day
Tras
la vuelta, tímidos contactos. Las cosas no van mejor. Guner busca
voluntarios para hacer de lectores de inglés en la zona. Parece que
sigue bien. Tendré que traducirle esto.
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