Todo
viaje a Rumanía, más aún si es dentro del País Sajón, tiene que
pasar de forma inevitable por la ciudad natal de Vlad Tepes, alias
Drácula. Es esta una ciudad tranquila, pequeña, que se puede
recorrer en un día, pero que bien merece por lo menos dos.
Por
lo pronto porque allí encontraremos varias cosas únicas por su
peculiaridad. Una de ellas la ciudadela medieval en sí, con su
inevitable estatua de Drácula, una de las más feas que se pueden
encontrar sin duda.
También
tiene una espectacular torre del reloj, que data del siglo XIII y que
tiene en su interior un carillón de figuras alegóricas que es
único en su antigüedad y estado de conservación. Un subidita que
cuesta lo suyo y que acompañé con los quejidos de mi pareja, que no
supo apreciar adecuadamente el lindo arte de la talla en madera.
Desfile de figuritas del carillón
Hay
que añadir a esta subida que, previamente, nos habíamos encaramado
a la ciudadela por su empinada escalera de piedra de varios tramos.
Mejor
llevarse abriguito para visitar los monumentos de la ciudad, casi
todos de gruesos muros, porque la humedad sajona es antológica.
Ya
puestos a subir escaleras es curiosa la que asciende hasta la llamada
Iglesia de la Colina y dos apacibles cementerios contiguos. La
escalera está allí desde hace siglos, aunque no es la original,
claro. Una estructura cubierta que en otro tiempo hacía de mercado,
de bastión defensivo y de refugio para los más pobres en los duros
y largos inviernos de la zona. Ahora mismo puede uno comprar los más
adecuados souvenirs para llevar en un compromiso. Feos a rabiar, pero
bastante económicos.
Vista interior de la escalera cubierta
La
iglesia en sí no es gran cosa, pero el cementerio alemán es un
espacio que sirve para dar idea de hasta qué punto fue grande la
comunidad sajona en la ciudad. De hecho, según parece, llegaron a
ser la mayor parte de la población, aunque según el censo actual
quedan unos 500.
En el cementerio alemán
Como
en todos los viajes es muy recomendable deambular y para ello están
las bien conservadas las torres de la muralla, aunque muchas de
ellas han sido objeto de una intensa restauración. Asignadas cada
una a uno de los gremios de la ciudad, que eran los responsables de
la defensa de la misma en caso de ataque, cosa que debía ser de lo
más frecuente en aquellos tiempos.
Así
pues no hay que perderse la Torre de los Sastres, probablemente la
mejor conservada, aunque también merecen la pena lo que queda de la
de los orfebres o la de los carpinteros. Es una lástima, pero la
mayor parte de las mismas no se pueden visitar y otras amenazan
claramente ruina.
¡Al ataqueeee! Por si no lo he dicho, soy un poco payaso
Como
alguna cosa negativa tenía que tener esta ciudad tan interesante,
los precios en la zona de la ciudadela están ajustados a la economía
alemana más que a la rumana y son bastante prohibitivos. Para evitar
este inconveniente, puestos a comer, en una ciudad tan pequeña como
esta no cuesta nada salir del recinto amurallado y bajar a la ciudad
nueva donde proliferan restaurantes muy económicos. Al final optamos
por un italiano y un vegetariano, visto que la dieta a base de
mamaliga (polenta a la rumana), embutidos y sopa de col nos cansaba
un poco.
Y
para tomar algo el Café International ofrece artesanía solidaria,
productos de comercio justo y una ubicación inmejorable en un
edificio del siglo XVIII en plena Piata Cetatii. Parte de los
beneficios van a ONG's y hay internet gratis.
También hay varios mercados donde es fácil hablar en castellano. No olvidemos que en el Estado Español hay una población rumana de unas 800.000 personas.
También hay varios mercados donde es fácil hablar en castellano. No olvidemos que en el Estado Español hay una población rumana de unas 800.000 personas.
Cuando
uno se canse de monumentos, en un paseo se puede acercar al Robledal
de Breite, a la salida de la ciudad, al que se puede ir incluso
andando.
Es
una zona protegida en la que se hallan varios robles centenarios de
impresionante porte y donde uno se va encontrando con campos de
cultivo y ganado que empiezan en el mismo casco urbano. Ojo a los
perros de los campesinos, que tienen muy mala leche.
Una
lástima, aunque es algo que nos encontramos a menudo en Rumanía,
comprobar que el espacio natural se hallaba bastante sucio en sus
lindes y que se sacaba madera del mismo sin demasiadas
contemplaciones. Eso sí, es un paseo que no muchas personas llevan a
cabo. Cosas del apresuramiento en ver los hits turísticos.
Afueras de la ciudad
Porque
si algo me impresionó fue la avidez por recorrer medio país sajón
en un día. Como si de un rally se tratara los turistas veían
Sighisoara por la mañana (bueno, un trocito) y luego, tras un rápido
almuerzo salían disparados a ver Biertan para luego dormir en Sibiu. Cinco días de recorrido en nuestro caso, que incluyeron unas cuantas cosas
más, resumidos en unas 8 horas. Impresionante. La prisa mata, dicen
los magrebíes.
Zíngara szekely
Tras una buena llovida remanso de paz en el camping Aquaris
Un inquietante reflejo en el carillón ¿Será una vampiresa?
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