Un rodeito de 13kms de nada.
Duro viento en contra y rampas acompañadas de lluvia intermitente hasta llegar a Lagoaça, donde el camino se vuelve más llano y vuelvo a tener buenas perspectivas del Douro.
Menos agradable fue encontrarme con una gran zona arrasada por incendios forestales.
No fueron los únicos restos de fuegos que encontré por el camino, una plaga que aquí también conocemos demasiado bien.
En lo positivo, no faltaron los viñedos, que me iban a acompañar ya hasta Oporto, ni las bodegas, que empezaban a aparecer a las orillas del camino en forma de lujosas fincas, o casonas algo más modestas.
Torre de Moncorvo resultó ser un pueblo de origen medieval, de grandes cuestas, con centro empedrado y una simpática bodega en la plaza mayor.
No faltaban casas señoriales, restos de muralla, aunque no le vendría mal algún alojamiento más.
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