viernes, 17 de agosto de 2018

Viena. Arquitectura y algo más


Viena suena a Imperio y lo fue. A avenidas inmensas y grandes plazas. A sátrapas que se revestían de glamour y que contaron con los mejores arquitectos, jardineros, paisajistas y artistas de todo el mundo que dieron a la ciudad el aspecto que tiene.


En su momento, junto con París y un selecto grupo de ciudades europeas, fue un símbolo de planificación urbana hecha a medida de los aires de grandeza del Imperio primero austriaco y luego austrohúngaro.
Esos cambios urbanos, que buscaban sanear la ciudad, tuvieron sus contrapartidas. Para empezar las sociales, pues se movieron al antojo imperial a miles de habitantes. Eso sí, en aquel entonces la democracia no se llevaba mucho.


No menores las culturales, pues se pasó por la piqueta miles de edificios. Esto lleva a que en Viena no cabe esperar, excepción hecha de la catedral de san Esteban y el trazado de un puñadito de calles, muestras de arquitectura anteriores al Barroco.



Partiendo de esta premisa, porque ignorar la historia social es ignorar la historia, queda disfrutar.
Disfrutar de una combinación de parques grandes y muy cuidados con muchas plazas que hacen de espacio diáfano conectado por anchas avenidas.
La estructura en red de la ciudad romana se copió en Viena, aunque con centros neurálgicos en un edificio sin el que esta ciudad es impensable: el palacio.


El excesivo Schonbrunn, Belvedere, Hofburg, Pallavicini... La lista es larguísima y hay que seleccionar en función de los gustos personales. También porque todas las atracciones turísticas de Viena son pagando y no poco precisamente. El nivel de vida austriaco es realmente alto para el estándar del ibérico medio.
Muchos de estos edificios son museos, aunque también estaría muy bien explicar a muchos turistas que un museo es algo más que un sitio donde hacer selfies absurdos. Y hay de todo, desde la excepcional pinacoteca del Belvedere hasta la exclusiva casa de subastas Kinsky.



Cuando uno se cansa de tanto barroco y rococó una visita a uno de los cafés tradicionales vieneses garantiza un sablazo pero también, eligiendo bien, encontrarnos con diseños entre el XIX y el XX. Decó, Modernismo, mobiliario bauhaus y todo el vintage imaginable. Desde el esteta café Museum de Loos al ambiente recargado del solarium en el Palmenhaus. Para todos los gustos y para casi ningún bolsillo. Aún así la pasión de los austriacos por el café es innegable.



Recorrer la ciudad en bici es muy recomendable, aunque un placer a ratos, pues el tráfico en algunas de las avenidas es muy intenso, nada distinto de cualquier otra gran urbe. Eso sí, el respeto a los ciclistas es muy grande, por lo que no hay que temer animarse a alquilar una bici (es barato y hay muchos lugares) y ponerse a ello. Un paseo muy fácil es seguir el canal que conecta con el Danubio hasta el río. Graffitis, algunos locales alternativos y la incineradora de Hundertwasser.
Pero ¿Quién es Hundertwasser? El diseñador vienés contemporáneo por excelencia. Mejor no perderse su obra y conocer un poco de su discurso ecologista y cargado de crítica social. Lo mejorcito, sus viviendas sociales. De camino también se puede uno aproximar a la obra del racionalista Otto Wagner.








Lo cierto es que hasta para un profano el desfile de arquitectura y diseño de esta urbe es una suerte de enciclopedia al aire libre.
Aunque Viena es algo más que un edificio tras otro, como toda ciudad es un paisaje humano por encima de todo.



De los vieneses de siempre decir que son silenciosos, corteses sin ser cordiales y hechos a una sociedad del bienestar. Los nuevos vieneses son muchos y se agrupan en los márgenes de la arquitectura lujosa.



Unas pocas paradas de metro o una charla en un parque te enseña a los nuevos austriacos. Los que llegaron hace un tiempo, o siguen llegando, de los Balcanes, África o Turquía y que han traído todo un panorama culinario y cultural que demuestra que una ciudad se puede enriquecer con la inmigración. En este sentido puede que Viena no haya dejado de ser metrópoli, como en tiempos coloniales, equiparable a otras grandes capitales europeas.


Además, vista la poca variedad de la cocina local, que más allá del mundo salchicha y algunos dulces es un páramo, la inmigración ha traído un mundo de sabores nuevos que merece la pena probar. Vale, sí aceptamos tarta Sacher y Strudel como ejemplos gastronómicos.
Sobre su integración no entraré en el espinoso panorama político que ofrece el hecho de que el xenófobo FPO sea la segunda fuerza política. Hay pintadas antifascistas, pegatinas y una parte de la sociedad que alardea de tolerancia, pero las urnas parecen indicar otra cosa.


Aunque el fantasma del nazismo es algo que, eso sí, no eluden en absoluto los austriacos y no ocultan  lo más oscuro de su pasado.
Muy recomendable en este 80 aniversario del Anschluss (fusión de Austria y Alemania en marzo de 1938) las diferentes exposiciones que se están llevando a cabo.
Una serie de banderolas en las calles de Viena muestran archivos fotográficos de hechos relacionados con el nazismo en los lugares donde se produjeron. También conviene no evitar la visita al monumento que recuerda la sede de la Gestapo.






Pero tras el empacho de arquitectura, monumentos y estatuas (muchas, una verdadera colección) vive una ciudad que es mucho más que escaparate. Muy europea, un tanto fría, pero inquieta y, a ratos, como la historia demuestra, también convulsa.






miércoles, 8 de agosto de 2018

Camino Santiago Norte. Tramo Santander-Unquera en cicloturismo familiar

El tiempo es relativo, más aún para quien se mueve en bici, sin prisas. No es solo cuando se llega sino como se llega. Así que un año de retraso tampoco es tanto para publicar esta crónica.
Si algo define al Camino de Santiago en verano es la saturación. Miles y miles de personas transitando sobre todo los últimos 100km en una riada interminable de gente en el Camino Francés.
Una buena idea es anticiparse a la oleada de julio y agosto, y ya de paso ahorrarse el calor. Y tampoco es mala idea optar por el Camino del Norte. Una alternativa que quizá no posee los espectaculares monumentos del Camino Francés pero sí unos escenarios naturales impresionantes y unas playas nada desdeñables.
Esto combinado con una afluencia que es la cuarta parte del Francés nos hizo optar por ella y, además, hacerlo en bicicleta de alforjas, incluyendo un transportín en el que iba nuestra hija de un año.


Puerto de Santander. Aunque no lo parezca, era verano.


El recorrido completo es largo y empinado, así que comenzamos en Santander, un punto intermedio de fácil acceso. La salida de la ciudad, eso sí, no es agradable por el exceso de tráfico, aunque se hace por un cómodo carril bici que nos lleva hasta una carretera horrible y muy transitada.
Lo peor, sin duda, del Camino Norte es el exceso de asfalto para la gente que va caminando, que se combina con sendas y pistas con unas tremendas cuestas imposibles de remontar montado en la bici, a no ser que se esté en una extraordinaria forma física y se lleven cubiertas de tacos de cierta calidad.
La primera etapa no nos gustó demasiado. Mucha, pero mucha carretera y una cuarentena de kilómetros para llegar hasta Requejada, con el albergue lleno, en plena noche y un trozo de césped junto a una carretera (otra vez carretera) donde plantamos la tienda.
Eso sí, de camino no faltaron algunos rincones bonitos y algunas estrecheces y cuestas también.
Sorprendente también el desconocimiento de la gente de la zona sobre el Camino: por dónde va su recorrido, alojamientos o albergues. Quizá da idea de que es un camino un tanto concebido sobre la marcha, sin el arraigo histórico del Camino Francés.




Etapa Santander-Requejada



El segundo día etapa muy corta que empezó con el trayecto junto a la impresionante planta química de Solvay. Luego cambia totalmente con una plácida y preciosa ruta hasta Cóbreces. La entrada a la comarca de Alfoz de Lloredo nos introduce en la Cantabria más verde, llena de arbolado y con el paso obligado por la preciosa san Martín de Cigüenza. Mejor disfrutar ese tramo, porque será de lo más hermoso y plácido en todo el recorrido.


En esa etapa la parada es obligada en Santillana del Mar. Localidad monumental de la que poco más hay que contar que lo que cuentan cientos de páginas escritas sobre la misma.
Inevitable perder unas horas recorriéndola, pasear por un pueblo muy acondicionado para el turismo pero igualmente hermoso.
Hay una oficina de turismo muy conveniente, pues facilitan mapas y sugerencias muy prácticas. Se echan de menos indicaciones específicas para bicicletas.



Santillana del Mar

Nuestra hija, Goya, cumplió un año en esta etapa y lo celebramos convenientemente



Etapa Requejada-Cóbreces



La salida al día siguiente nos acerca de nuevo a la costa y a un trayecto algo menos urbano. A la salida de Cóbreces y durante los primeros kms hay señales que pueden parecer contradictorias y hay que andar con tiento pues en bici te puedes saltar algunas.
Primero parada y café en Comillas y paseo por esta impresionante villa, aunque un tanto atestada de turismo pues ese día coincidía con una feria medieval. La entrada para las bicis puede ser delicada por el acceso compartido con los coches. Ojo al tráfico que atesta las entradas y salidas.


Capricho de Gaudí, Comillas

Por desgracia cuando hay que circular por carretera en el Camino Norte es una constante el escaso respeto de muchos conductores hacia ciclistas y  caminantes.
De Comillas a san Vicente de la Barquera es un cómodo paseo que nos deja en la playa a pasar las horas de más calor. De fondo el paisaje de los Picos de Europa nos acompañará unos días.
La salida de san Vicente nos lleva a una nueva cuesta que nos ofrece una vista única de la ría. Siempre se puede optar por tirar directamente por la carretera, pues, al fin y al cabo, nos conducirá al mismo punto: Unquera. Eso sí, la carretera no nos ofrece el paisaje que recorre las aldeas de Acebosa y Serdio.


¡Aúpa con el repecho!


EL tramo final hasta Unquera nos lleva además por una fea carretera bastante transitada a esta localidad sin demasiado interés aunque con un dulce típico, las corbatas, que podremos encontrar en diversos sabores y tamaños. No vinieron mal después del esfuerzo, eso sí, son para grandes golosos y adictos al azúcar.

Etapa Cóbreces-Unquera




Distancia total 101km
Pocas plazas en albergues. 
Albergues no oficiales en Cóbreces. Recomendable El Pino, a pie de carretera
Posible acampar junto a albergue de Requejada y camping en Santillana, Comillas y Parque Natural de Oyambre. Pocas posibilidades de acampar por libre.



viernes, 3 de agosto de 2018

Una bici nueva. Ansia cicloturista.

Ya era hora.
Con mi vieja Orbea Aran convertida en un monstruo de Frankenstein del que casi ninguna pieza es original he cambiado de bicicleta... ¡Y es una máquina!



¿Qué bici hace falta para el cicloturismo de alforjas?
Encontraréis cientos de ideas en la red, muchas marcas, algo de pijerío y muchas buenas ideas también.
Por mi parte no diré nada nuevo si os cuento que si vais a montar otro peso que no sea vuestro cuerpo en una bici es mejor que tenga un cuadro sólido. Hay que olvidarse de carbono o titanio porque puede uno terminar partiendo el cuadro o doblándolo sin remedio. Esas estupendas soluciones quedan para ciclismo de ruta y bolsillos saneados. El aluminio, aunque más barato, tampoco es recomendable por su rápido desgaste.
En cicloturismo se suele usar lo que se llama acero cromoly, una aleación de cromo con molibdeno muy resistente. Con ello se fabrican las VSF farradmanufaktur, por la que he optado. En mi caso una Deore T-300 de trekking con 27 marchas.
Hay muchas otras marcas especializadas en cicloturismo: Surly, Santos, Gudereit o algunos modelos de Orbea, bastante más económicas que las anteriores.
Que el cuadro sea resistente es fundamental, aunque sea algo más pesado. Un kilo o dos más en un cuadro es mucho para hacer carretera y pelearte con el crono, pero el cicloturista autosuficiente no tiene prisa, o no debería.
También es importante disponer de un portabultos trasero que aguante cuanto más mejor y que permita colgar con facilidad las alforjas y todo ese montón de cosas que terminan atadas con un pulpo cutre o incluso una cuerda en cualquier viaje. Si el que va de serie no te convence mejor cambiarlo. Dos buenas marcas son Racktime y Tubus. Yo he optado por la primera, más barata. Puede parecer una burrada buscar una parrilla que aguante 30kg, pero nunca se sabe lo que vas a llegar a cargar.


Las ruedas van a gusto del consumidor. Empecé llevando 28", he llevado varios años de 26" y ahora he vuelto a las 28". Eso sí, las cubiertas anti-pinchazos son un lujo que todo el mundo debe permitirse. Hace años que uso Schwalbe. Para mí son las mejores, aunque no son baratas. Pero si una cubierta te dura años con muy poco desgaste y no pinchas nunca merece la pena.
Empiezo con un sistema de frenos para mí totalmente novedoso, los frenos hidráulicos V-break. Aún tengo que probar más (y aprender como se reparan) pero tienen una serie de ventajas como su fiabilidad. Tan apenas necesitan ajustes y la zapata tarda siglos en desgastarse.



No puedo olvidarme de la gente de Recicleta, por otro lado, que me han echado un cable, como de costumbre, en lo que más me convenía. A falta de conocimientos más extensos no hay nada como dejarse aconsejar por quien sabe más que tú.
Personalmente, para quien empiece en el cicloturismo, con una pequeña inversión en una bici digna debe ser suficiente. Unos cuantos ajustes, buenas cubiertas y unos conocimientos muy básicos de mecánica y a funcionar. Tiempo habrá de invertir.
Y ahora queda todo un mundo por recorrer, nuevos caminos, de los que ya iré hablando.
Por lo pronto un homenaje a mis bicis y a caminos pasados.
Siempre un poco más lejos...



Con este trasto me recorrí unos cuantos kms en Tailandia y salí con vida.


Con una Mérida alquilada con el Mekong y Laos de fondo



Una Pegas rumana. Joyita vintage


Estrenando bici en el Sahara Occidental. Junio 2009




Distintos medios de transporte. Los dos sostenibles






Con mi hija en su transportin


Con una KTM austriaca y un transportín intentando orientarme