Me fascinan lo que yo llamo las ciudades monstruo. No porque me gusten, muy al contrario, pero eso no quiere decir que no me interesen. Me interesan la contaminada Teherán, la peligrosa Johannesburgo, la invivible Caracas o la durísima Delhi.
Tenía pendiente en la lista la mayor ciudad de África: El Cairo.
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| Meseta de Guiza, las imágenes más típicas de Egipto. |
Entre 16 y 25 millones de habitantes, una horquilla que casi parece una broma y es por decir algo porque los cairotas no saben decir cuanta gente vive allí. Ni tampoco el propio estado egipcio, que no parece estar seguro de la población de una ciudad en permanente movimiento.
La ciudad ha crecido y absorbido poblaciones de su entorno y se ha transformado en el monstruo que es ahora. El Cairo es la suma de lo que fueron varias ciudades (Heliopolis, Fustat, Guiza) y es de un tamaño que marea.
La ciudad del escritor Naguib Mahfuz, que tenía la décima parte de población, ya no existe, porque Cairo es una ciudad que siempre cambia aunque hay cosas que siguen igual.
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| Vida cotidiana |
La primera impresión, tras el aeropuerto: Llegar muy de noche, tráfico terrible y olor a combustible que me acompañará todos los días. Si El Cairo huele a algo es a gasoil. Cruzar una calle es un deporte de riesgo. Se hace como bien puedes en un entorno sin semáforos ni control alguno, en un permanente slalom de peatones.
Como sucede con muchas otras megaurbes no importa la hora que llegues. Yo me planté a más de medianoche cenando uno de los populares koshari, plato egipcio omnipresente. Por menos de 1 € te llena la tripa a base de lentejas, macarrones y arroz. Suena raro pero está bueno.
Sí, pese a la terrible crisis inmobiliaria casi endémica que padece la ciudad y la inflación galopante, la vida es muy barata para los estándares occidentales. También hay que tener en cuenta que el salario medio en Egipto son 250€ mensuales.
Una ciudad en la que tienes rascacielos y edificios inteligentes pero, al mismo tiempo, hay rebaños de cabras o gallinas correteando en el mismo centro urbano.
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| Viernes, día de boda en la Ciudadela de Saladino |
Y sí, hay que ver las pirámides y los museos, pero de eso no hablaré. Hay fotos e información de sobra.
Conviene aclarar de antemano que el Cairo no es una ciudad para pasear, porque en kilómetros a la redonda solo hay un parque, El Azhar, y tampoco es que esté muy limpio.
Pero hay que moverse y la gente tira de Uber, de unos microbuses atestados y de un metro muy eficiente y puntual.
Para las calles estrechas y si te ves valiente puedes probar a dar una vuelta en uno de los motocarros, que conducen como auténticos suicidas y se meten hasta el último rincón.
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| No es niebla, es contaminación |
Si vas en viernes la poli no te dejará pasearte cerca de las mezquitas más populares, como Al Husseyn o El Azhar, bastiones de los Hermanos Musulmanes. No será un policía lo que veas, sino auténticas legiones de antidisturbios armados hasta los dientes. Porque, claro, conviene no olvidar que has aterrizado en una dictadura... Bueno, elecciones hay, pero solo se pueden presentar los partidos del régimen.
Por esas cosas del destino político el único gobierno democrático que ha tenido el país desde el fin de la monarquía fue el de un candidato del Islam político, Mohamed Morsi.
La dictadura no se ve, pero se siente en una inusitada presencia militar y policial que tiene muy claro que al turista se le aleja del conflicto.
Pero entre todo este caos hay un centro más simbólico que real: la plaza Tahrir, que fue escenario de la primavera árabe y que acoge tradicionalmente concentraciones por los más diversos motivos. Y es un buen punto de partida.
En rigor es una plaza moderna, sin nada en especial. Menos ahora que cierra el Museo Egipcio por traslado a Guiza. Rodeada de algunos edificios de principios del XX con cierto aire Decó y de hoteles de lujo. Al lado el Nilo con la isla de Gezira, donde se halla Zamalek, zona de disfrute para pijos con clubes exclusivos, zonas verdes y aire cosmopolita. Más artificial que un peluquín en una ciudad que, no nos engañemos, es pobre.
Desde Tahrir hacia el Este se extiende propiamente el Cairo histórico, empezando por lo que se conoce como el Downtown, un febril barrio lleno de comercios donde se puede comprar de todo y que es un permanente atasco. También es la zona ideal para alojarse porque está la estación de Tren y bus más importante del país, Ramsés, además de los decadentes cabarets que aún sobreviven, los baladi, y cientos de restaurantes, pastelerías y toda una ciudad que pasa por allí.
Pero el Cairo histórico son muchas ciudades. Por un lado lo que se llama El Cairo Islámico, de callecitas estrechas donde bulle la vida. En mitad la calle Al Muizz, una especie de calle-museo donde se agolpan varios monumentos únicos de arte islámico y al lado el Zoco por excelencia: Khan el Khalili. Uno de los más antiguos, del siglo XIV nada menos, y puede que el más famoso del mundo.
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| Khan el Khalili |
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| Edificio estilo otomano en El Muizz |
Una de las paradojas: la zona histórica es a vez una de las más pobres y superpobladas. Un Patrimonio de la Humanidad que mantiene en pie sus monumentos, como las impresionantes mezquitas y madrasas, mientras las casas se caen a pedazos.
Y, con cruzar una gran avenida allí espera Qarafa, o el cementerio septentrional, que es exactamente eso: una inmensa necrópolis convertida en barrio donde se apiñan un millón de personas en tumbas recicladas y edificios precarios. Puede parecer tétrico, pero es un lugar bullicioso y activo, aunque la pobreza más descarnada impera en sus estrechas callejas.
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| Rincones en Qarafa, Cementerio septentrional |
Para alejarse de la permanente ruidera que hiere los oídos habrá que acercarse al Barrio Copto. Otra vez muchísimos polis porque la minoría cristiana en Egipto se halla en constante amenaza. Minoría en una ciudad en la que son más un millón y medio. Casi nada queda ya de la comunidad griega y nada de la judía, que hasta los años 50 eran miles y mantenía abiertas varias sinagogas, ahora cerradas, aunque la de Ben Ezra permite visitas turísticas.
Hasta 2016 era ilegal en Egipto construir una iglesia, por un arcaico decreto otomano. Aún así, en un país con un urbanismo totalmente caótico se seguían construyendo y ahora simplemente se están legalizando.
Luego hay toda una maraña de barrios residenciales, torres de apartamentos humildes de los que se aprovecha hasta la azotea (una comunidad dentro de la comunidad de vecinos) y varios suburbios, como Guiza, la orilla oeste del Nilo.
Guiza es un lugar árido y polvoriento al que seguro irás si quieres ver la última de las Siete Maravillas, donde se ha abierto el nuevo Gran Museo Egipcio y tiene el dudoso honor de albergar el peor aeropuerto que he conocido.
No me dio para mucho más El Cairo, ciudad aprendida desde libros, novelas, la actualidad en un fanático de las noticias como yo y mi propia imaginación que, como la de todo el mundo, construye lugares y paisajes. Leed a Mahfuz, por favor, y El edificio Yacobian de Al Aswani.
Queda en la lista de las ciudades que yo diría hay que ver por lo menos una vez en la vida. Que fascina, como he dicho, y aterra a un tiempo. Aunque no vuelva en persona seguiré aprendiendo de ella.
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