viernes, 16 de octubre de 2015

Cicloturismo balcánico 4ª etapa: Sv Dimitria-Ostrog-Niksic-Vir 70kms

Tras levantarme en un monasterio fui a parar a otro: Ostrog.
Otra vez una carretera secundaria llena de curvas y cuestas (ya iba cogiendo la costumbre) me llevó en paralelo a la vía del tren y un paraje, rodeado de bosque, desde el que se iban intuyendo las altas cumbres del Norte del país.












Una nueva sudada y llegada al complejo monástico de san Basilio de Ostrog, que pasa por ser el lugar más importante para los cristianos ortodoxos montenegrinos.
Fundado por un tal Vasilije, que terminaría siendo san Basilio y cuya momia puedes pasar a tocar in situ, la ubicación del Monasterio de Ostrog es realmente espectacular. Un edificio pegado a una pared vertical en lo alto de una montaña desde la que se dominan todos los alrededores.
Pero aunque el monasterio es propiamente ese edificio, en realidad Ostrog es bastante más.
Por lo pronto es una comunidad monástica que vive al pie del monasterio y que es bastante numerosa.
En el momento en que yo llegué estaban preparando el mosto de la reciente vendimia y llenando barricas con él.




También había bautismos simultáneos en una carpa, peticiones a santos y vírgenes y toda una pléyade de monjes y popes para atender los deseos espirituales de los cientos de peregrinos. Tampoco faltaba el agua bendita, que se cogía directamente de una fuente, ni la tienda de merchandising diverso y velas.





Acostumbrado a los excesos folklóricos de la Iglesia Católica tampoco me sorprendió tanto como a algún otro turista extranjero que lo encontraba very geek.
Lo que resultaba probablemente más sorprendente era la intendencia montada para alojar a los cientos de peregrinos en el mismo Monasterio, a base de mantas y colchonetas. Habida cuenta además del frío que puede llegar a hacer en la zona, incluso en septiembre.

Tras la visita, una rauda bajada hasta un restaurante para saborear un auténtico ladrillo de comida tradicional: kacamak. Un par de pelotones de polenta con carne picada y queso, acompañados de medio litro de yogur. Difícil pedalear tras el empacho y siesta obligada.


Kacamak, empacho asegurado


El trayecto hasta Niksic, segunda ciudad del país, fue fácil y la visita me tomó la tarde.
Niksic es una ciudad muy adecuada para pedalear. Completamente llana, con carriles bici y zonas peatonales.



Algunos rincones de Niksic

Como las otras ciudades del país, lo más interesante de Niksic, sin duda, eran sus extensos parques. Verdaderos bosques en los que los lugareños aprovechaban para hacer deporte, pasear y degustar la cerveza más consumida de Montenegro, que se produce justo allí: Niksico.
Merendola ligera tras la comida feroz y otra corta pedalada que me llevaría a un camping en el tranquilo pueblo de Vir. Me apetecía campo. Ya tendría tiempo de conocer ciudades.






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