Nos dirigimos al inevitable Taj Mahal, pero antes hicimos una parada en la ahora decadente Fatehpur Sikri, pero que en otro tiempo fue capital del imperio Mogol y rivalizó con la impresionante Agra.
Fatehpur es uno de esos extraños pastiches que podría estar lo mismo en China, que en Irán, que ser parte de Samarkanda o contener pedacitos de la Alhambra.
Es una ciudad de la que se puede tomar ejemplo y que fue fiel reflejo de la desmesura del poder.
En unas cuantas hectáreas de terreno, los emperadores mongoles edificaron con gran ambición mezquitas, palacios y albergaron a miles de personas, pero sin tener en cuenta que tanta persona, tantos animales y un buen puñado de fuentes debían beber de unos pozos que se agotaron en menos de un siglo.
Sigue siendo lugar de peregrinación y asentamiento, además de parada en el camino de los hoy escasos musulmanes de India, ahora concentrados en unos cuantos puntos del inmenso país, buena parte en Uttar Pradesh.
Este constante movimiento de miles de fieles, unido a la escasa luz eléctrica, unos baños más que precarios y la falta de agua corriente da una imagen del lugar como un salto al medievo en pleno siglo XXI.
Hay puestecillos en los alrededores en los que se vende prácticamente de todo, hasta improvisados talleres de reparación de vehículos. También hay precarios albergues a base de lonas. De hecho la propia y espectacular mezquita sirve de dormitorio y sus alrededores de baño, lo que no le da un grato aroma precisamente.
Lo único bastante controlado es el protocolo con la vestimenta. Cada uno viste como bien puede, pero hay que seguir el protocolo musulmán en cuanto a la ropa, aunque con los hombres se es un poco menos estricto y sino no hay más que verme en la foto que hay bajo estas líneas.
Columnas y falsa bóveda
El patio Parchisi, de donde se supone viene el nombre del popular juego
Impresionante pórtico de inspiración persa
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